Kepa Murua
“EL GATO NEGRO DEL AMOR”. KEPA MURUA. CALAMBUR. MADRID. 2011
El autor que estamos presentando es nacido en Zarauz, Guipúzcoa, en 1962. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo. Poeta, ensayista y narrador su obra se tradujo al portugués, italiano, rumano y al turco. Dirige la revista Luke en 2000 y la editorial Bassarai desde 1996. Como presentación formal bastaría con estos antecedentes para darnos por enterados quién es Kepa Murua, pero lejos estamos de saber que el poeta es un alma que escudriña con precisión milimétrica el difícil arte escribir el amor. Pues, muy difícil que con ese “amando” en el que sostiene el autor una acción permanente, se pueda hacer poesía de la buena, la que no cae en el lugar común y nos mantiene en sostén sobre las múltiples facetas que dicho hablar impone. Ese gato negro que el título anuncia, campea por todo este libro con la libertad felina y absolutamente antojadiza de esos animalitos vulgarmente llamados “mascotas” y para los poetas denominados “salvajes extremadamente necesarios entre las cuatros paredes de una casa o entre las sábanas”, según sean, metáforas del silencio enamorado y del aullido desesperado. Este libro les dice a “Los gatos negros” “Gritaré. Gritare para deciros /que ni sois ni erais /ni nada que se os parezca /más que sombras vivientes. / Gritaré. /Gritaré para sentiros /lejanos en la nostalgia /que tarde o temprano dice/ perdonadme /Gritaré. Gritaré para llamaros/como habéis hecho con otros/ sin que nadie antes supiera/ que os llamabais a vosotros. /Gritaré. Gritaré para calmaros/como nunca antes habéis sentido/ el amor que confunde el miedo/con la silueta de los gatos negros.” Quien grita es el yo poético que clama amor llamando a sus propias nostalgias hechas de sombras y siluetas que aparecen sobre el borde difuso de los lejanos amores. Adrede y con perseverancia metafórica, el objeto de su discurso sobre el cual hace las develaciones interiores y las más diversas conexiones, es el gato. Dónde lo mora? En su palabra pero también en su versatilidad. En casi todos los poemas incluidos e igualmente en la delicada construcción de la imagen, como aquél cuando roza cristales sin quebrarlos por su diestra mesura y su cálculo perfecto, que es el mismo que mide, que huele, que ve más allá, que cierra los ojos y hace su nirvana. “…Pero ¿a quién solicitar/en los tiempos que corren/la licencia para amar / y en el deseo de ser libre? / Y si te dijera que a nadie./ Y si te dijera que a ninguno./ Mientras dure no debes/ abrir los ojos. No puedes/ pensar que no es de este mundo…”
Tal vez ese misterioso y azaroso lugar del felino, ese sitio intangible en el que está y no, en el que se siente y no se ve, en el que su presencia se hace imprescindible y va dejando por todo espacio la necesariedad que el hombre tiene para retener el lugar de lo salvaje, de la independencia, del huidizo comportamiento que no es más que tomar fuerzas para atacar luego, ese sitio inaccesible de los gatos -aún más cuando su negrura es tan iluminadora que relumbra por toda la casa y dentro del poeta- tal vez se busca el develamiento de los más profundos secretos humanos. “En el camino del gato encuentra los objetos/ que se creían perdidos./ Es el juego de la vida. / Se pierde lo que se quiere / como se quiere lo que no se tiene (…) Son las señales de la vida / que el gato negro lleva de un lugar a otro, sin fijarse en su color/ o en su peso, sin que le importe / el nombre de su propietario. / El gato negro, libre y orgulloso / como el viento que pronuncia/ tu nombre a escondidas, no tiene dueño (,,,) ese gato no tiene dueño./ Aparece cuando menos se le espera…” Kepa Muruava por todas las imágenes y es tal la simbiosis producida por las metáforas que los significantes abren permanentes puertas que se suceden sin pausa, el gato es el eje de toda la dinámica constructiva y así pudo asignarle situaciones diversas, adversas, propicias, mágicas y se podría decir hasta racionales. El juego propuesto por Murua es hablar de amor pero sobre el cuerpo, la intuición, el erotismo, el orgullo, y ese espejo de ausencias que provocan los bellos animales elegidos, en los que debajo de sus pieles suaves, elegantes, sedosamente tersas aunque bordeen basurales, se esconde el cuerpo, el alma y los secretos laberintos de una mujer o de todas. Escribir sobre el amor es riesgoso si esto implica “hacer poemas de amor” pero Murua sale ileso en este arte porque hábilmente acierta a hacer del objeto elegido una digresión creativa transitando por un camino aledaño que pareciera no ir a la cosa sino que casualmente la involucra, la mezcla, la transfunde haciendo una alquimia que aparta felizmente cualquier indicio de embarazoso empalago en el que se suele caer cuando se pretende escribir poesía amatoria. Muchas preguntas retóricas caben en el decurso de “El gato negro del amor” tantas como las emociones humanas dejan sin respuestas en los arduos caminos de lo íntimo, ej. “... Podrán abrazarse algún día / aquellos que tanto se quisieron.”. Confiemos en que el “amando” de primera a última página nos dará la respuesta. Ana Russo 2013